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Buenos días!!!
¿Entrenar a primera hora?, ¿entrenar a última hora?, ¿qué es mejor? Yo creo que todos, en algún momento de nuestra vida fit, nos hemos hecho esta pregunta y hemos intentado darle respuesta… hemos valorado pros y contras y, al final, hemos tomado nuestra propia decisión, la que mejor se adapta a nuestra vida y al ritmo que llevamos. A nosotros nos ha costado bastante tomarla, así que aquí os dejamos todas nuestras reflexiones y pensamientos porque, probablemente, os sirvan a tomar la nuestra.
Lo primero: la base de la que partimos… cada persona tiene unos horarios diferentes pero nosotros nos vamos a centrar en el que tiene la mayoría, es decir el típico horario de “oficina” en el que entras a las 8 (más o menos ) y en teoría sales a las 6 (pero que siempre se alarga bastante más de lo que debería). De hecho, lo de salir a las 6 para nosotros ocurre 2 o 3 veces al año… digamos que lo normal es que salgamos entre 19:30 y 20:00. Luego siempre hay periodos picos en los que se alarga la jornada, pero en ellos ya lo de entrenar pasa a un puesto tan poco prioritario que lo solemos abandonar. Otro tema, en este post omitimos, voluntariamente, las obligaciones familiares… es decir, si tienes niños pequeños a los que atender, no nos podemos hacer una idea de los malabares que tenéis que hacer, oh padres del mundo (ojo, padres, no hemos dicho “madres”, eh!!! Que aquí todos tenemos derecho a hacer deporte) para poder compatibilizar niños-curro-entrenos.
Y después de esta introducción (que me ha quedado bastante más larga de lo que hubiese querido), vamos al lío: ¿Cuál es la mejor hora para entrenar? Para nosotros, sin duda, la primera hora de la mañana… lo malo es que la mayor parte de los días se nos hace imposible hacerlo a esa hora ya que siempre intentamos llegar lo antes posible al curro para evitarnos atascos. ¿Y por qué? Básicamente porque es cuando más rendimos… venimos descansados de toda la noche, estamos a tope de fuerza porque no hemos gastado nada todavía, no estamos tensos del estrés diario y hemos comprobado que nuestras pulsaciones van muchíiiiisimo más estables y nos cuesta bastante menos llegar al mismo punto… ¿y eso qué trae como consecuencia? Pues obviamente, que nos nos quedamos en el mismo punto, sino que intentamos dar algo más y exigirnos más en nuestros entrenos. Por eso, durante los fines de semana, siempre veréis que entrenamos por la mañana. No es por hacerlo y quitárnoslo de encima para tener el resto del día libre, sino que es por un tema de rendimiento.
Obviamente el entrenar por la mañana (sobre todo a diario) tiene sus inconvenientes: exige planificación desde el día anterior (que muchas veces llegamos a casa y lo último que nos apetece es ponernos a pensar qué ropa vamos a llevar al día siguiente a entrenar y mirar el tiempo, y ver qué entreno nos toca para elegir zapas, pufff… qué perezón), exige hacer algún tipo de malabarismo para poder desayunar (y sí, desayunar no es algo que te puedas saltar, sobre todo si has entrenado… y desayunar fuerte, no un café con un croissant a la plancha…), trae como consecuencia que puedes llegar al curro ya derrotado y que no tengas fuerzas para las “peleas diarias” y puedes comerte atascos extras que te evitarías si no hubieses estado “perdiendo el tiempo”.
Y ahora, bajamos a la realidad del día a día y nos enfrentamos a lo que nos toca a la mayor parte de los mortales: entrenar por la tarde a la salida del curro. Que está muy bien, que descargas toda la mala leche del día, que te liberas de estrés y ansiedad, peeeeero lo cierto es que rendimos la mitad. Todo depende de para qué quieras el deporte: si lo quieres como medio de desestresarte, éste es tu momento, pero si aspiras a algo más, bueno, pues “todo suma” pero hay cosas que suman más que otras. Además hay otro gran inconveniente (al menos para nosotros), si te toca gimnasio puedes ir echándole paciencia al tema… ¿por qué? Porque parece ser que todos nos ponemos de acuerdo en que el momento ideal es de 7 a 9 y, a no ser que vayas a un gimnasio super exclusivo y refinado, lo más seguro es que te toque pegarte por todo… así que el momento “de liberación” se convierte en un momento “de lucha” adicional por una cinta de correr, o por la barra de 15kg o por las mancuernas de 4… vamos, todo un show!!! Que en vez de salir del gym renovado, parece que sales de un campo de batalla.
Es cierto que si te toca correr por la tarde la situación mejora bastante… al menos no tenemos que pegarnos por un trozo de asfalto (¡¡todavía!!) pero siempre está el gran inconveniente de que las tardes de invierno son oscuras como ellas solas y que las de verano, a los sensibles con el calor, nos imposibilitan entrenar bajo pena de quedarnos tirados en cualquier sitio (y sí, ya me ha pasado… y se pasa bastante mal). Así que, al final, tenemos pocos días al año en que sea medianamente agradable salir a darle zapatilla después de un intenso día de curro.
Como veis, una cosa es lo que queremos (entrenar por la mañana) y otra muy diferente la que podemos (entrenar por la tarde)… pero bueno, esperaremos a que algún día nos toque un euromillón y podamos hacer lo que que nos salga del pie en cada momento… todos a cruzar los dedos por nosotros, eh!!! Y ahora os toca hablar a vosotros… ¿qué preferís entrenamientos mañaneros o vespertinos?, ¿por qué?
Un saludo,
Mario de la Renta
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